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Blockchain y sistema electoral, ¿el futuro de las elecciones?

Redacción

Con un 90% de los españoles que afirma desconfiar de las formaciones políticas, cada vez son más las voces que reclaman un sistema electoral más transparente y seguro.

No es extraño decir que existe un descontento generalizado por los partidos políticos. Algo que se hace sobre todo más patente en época de elecciones. No lo decimos nosotros, lo dicen los estudios y las bajas cifras de participación que en cada noche electoral nos recuerdan la situación de fracaso que vive la política en nuestro país. Un ejemplo claro lo tenemos en las últimas elecciones autonómicas de Castilla y León dónde la participación se quedó en un 63,5%, 2,5 puntos menos que en los comicios de 2019. Y es que a la disconformidad en los líderes políticos y sus programas, se añade también una desconfianza en el sistema electoral. 

Fraude, tongo y “pucherazo”, son algunos de los improperios más sonados tras un escrutinio. Críticas a un sistema de votaciones que muchos acusan de poco transparente y seguro. La suma de todos estos factores oscurecen la política en nuestro país: según uno de los últimos Eurobarómetros, elaborados por la Comisión Europea, el 90% de los españoles desconfía de las formaciones políticas versus el 75% restante, dato que pertenece al conjunto de los países europeos. 

Ante esta situación, son muchos los críticos que ponen sobre la mesa alternativas que favorezcan una votación más fiable, que reciba el beneplácito de los votantes y anime a la participación. ¿Y qué papel tiene el blockchain en todo esto? Cada vez son más las voces que animan a poner en valor el uso de esta nueva tecnología.

Un cambio en el paradigma del sistema electoral.

El blockchain es todavía un gran desconocido para la sociedad en general, pero no lo es para la política. Hace ya 5 años que Tailandia revolucionó el sistema de votación de unas primarias incluyendo esta tecnología en el proceso. El partido demócrata de Tailandia utilizó ZCoin, actualmente Firo – un proyecto de Blockchain que permite que los usuarios realicen transacciones anónimas, de manera segura y privada. 

Lejos de las papeletas y las urnas, los votantes en esta ocasión utilizaron una App de blockchain llamada D-Elect que pedía a los usuarios que se identificaran con una foto (como prueba de identidad). Luego, toda la información de la votación se almacenó en un sistema de archivos descentralizado con capacidad para almacenar un gran volumen de datos conocido como IPFS. Estos hashes de IPFS se almacenaron luego en la tecnología blockchain de ZCoin. Para mantener intacta la seguridad de la información de votación, se utilizó el esquema de intercambio secreto de Shamir, que requería múltiples claves para acceder a cualquier sistema.

Tailandia es sólo un ejemplo de cómo el sistema tradicional de votación puede ser sustituido por una alternativa tecnológica ‘block’. Expertos en la materia ponen ahora en la balanza las ventajas e inconvenientes que puede tener esta solución para que sea adoptada en otras democracias como es el caso de España. Tras Tailandia, Virginia Occidental en EEUU o Suiza también se aventuraron a su aplicación en procesos de votación. Sin embargo son todavía muchos los escépticos, por varias razones: principalmente por el grado de complejidad y por lo tanto desconocimiento para muchos, el riesgo de seguridad y hackeo y su estructura descentralizada. Todavía queda mucho por ver de su adaptación a la política pero lo que ya podemos asegurar es que Blockchain es mucho más que una criptomoneda, su uso en la industria healthcare o del automóvil son un claro ejemplo de sus infinitas posibilidades.

Votación ‘block’

Pensemos en una votación electoral tal como la conocemos ahora. 

Domingo, día de votación. ¿En qué momento me acercaré al colegio que me ha tocado? ¿En qué momento es posible que haya menos colas? Me acerco. Me encuentro con menos gente de la esperada. No tengo claro mi voto. Busco las papeletas y elijo la que considero puede ser la adecuada. DNI a punto. Y de repente: cola. Entrego el DNI y procedo con el voto añadiendo un sobre con la papeleta en la urna. Gracias y suerte” . 

Con algunas pequeñas variaciones, para la mayoría de los ciudadanos esto suele ser un domingo habitual en jornada electoral. Un procedimiento clásico que con el paso de los años se percibe como algo obsoleto, por lo que muchos han decidido ponerlo en cuarentena. Entonces, ¿cómo funcionaría una votación block?

Cada vez más personas están empezando a ser conscientes que el valor principal del blockchain radica en su capacidad para mejorar los sistemas antiguos. Una votación en ‘block’ constaría de una votación online que por lo tanto evitaría cualquier coste organizacional (constitución de las mesas, papeletas, urnas, etc.) y que podría llevarse a cabo desde cualquier lugar sin necesidad de desplazarse, lo que iría en favor de un mayor porcentaje de participación. A partir de aquí, la principal diferencia radica en la ausencia de una autoridad central pues los datos se almacenan en múltiples nodos descentralizados como parte de una cadena de bloques interconectados, difíciles de hackear o modificar datos. Es aquí el quid de la cuestión para muchos. Las ventajas que ofrece el blockchain a la hora de evitar un posible fraude electoral.

Hace unos años, un trabajo de la Universidad de Vigo ejemplificó cómo sería este sistema de votación. “El usuario accede a nuestra página web donde introduce su DNI y escoge una de las opciones presentadas en pantalla. Una vez seleccionada la opción, se genera un token y se transmite, mediante la creación de una transacción, al contrato ‘urna’ de la Blockchain: el DNI, el voto y el token. Antes de crear esta transacción, la herramienta Metamask comprueba si el votante tiene saldo suficiente en la cuenta y si acepta la transacción. Este primer contrato le comunica al contrato ‘validación’ el DNI para comprobar si esa persona puede votar en el sistema. Si la respuesta es negativa, saltará un mensaje de error en pantalla. Si el usuario puede votar, el contrato validación registra el DNI y le comunica al contrato urna que el votante puede votar. Este último contrato registra el token, incrementa en una unidad la votación de la opción seleccionada y le devuelve al usuario el token como resguardo de verificación del voto. El usuario puede visualizar los tokens que han votado a cada opción y comprobar que su voto ha llegado correctamente”. 

Como este ejemplo, podrían existir otros muchos. En este caso se confirma la posibilidad de cumplir con 4 de los requisitos deseables de toda votación y que buscan evitar el fraude electoral. Estos son: autenticación del usuario, el anonimato, la verificación del registro del voto y la descentralización del sistema.  

Y teniendo en cuenta esto, uno se pregunta: ¿Y porqué no se aplica ya? Esto es sólo la punta del iceberg, por delante existen multitud de frenos legales y económicos que lo dificultan. Por ejemplo: la regulación de un sistema de votación blockchain está todavía por definir cuando de momento muchos se están rompiendo las vestiduras para dar con un marco legal adecuado a las criptomonedas. Por otro lado, debe tenerse en cuenta el costo derivado del uso de esta tecnología. Hasta el momento, el caso de Tailandia, Virginia Occidental o Suiza, así como por ejemplo Sierra Leona, cuentan con pocos votantes y con ello un número de nodos mínimo en la red. Sin embargo, cuando aumenta el número de usuarios esto significa un aumento en el número de nodos y en estos momentos el costo derivado de esto es demasiado alto.

Del mismo modo que un aceite de oliva virgen extra utiliza Blockchain para verificar la calidad del mismo, en política esta tecnología inmutable y descentralizada permitiría garantizar unos resultados que generen confianza en los votantes.

En resumen, todavía queda por ver con exactitud la eficacia o no de un proceso electoral de gran magnitud como es el caso de unas elecciones generales. Pero si algo coinciden todos es que esta nueva tecnología ofrece una oportunidad de oro para desvincular el proceso electoral de una política intrusiva y de unos cánones clásicos que menoscaban la esencia natural de una votación democrática.

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